jueves, 9 de julio de 2009

El desván


No sé como lo hacen pero es lo más fascinante del mundo poder abrir un portada e inmediatamente sumergirte en otro mundo... otra época, y otras historias.
Hoy acabé de leer El Desván... y lo que más lamento es no haberlo leído hace seis años cuando llegó a mis manos por primera vez!

Claro está que nunca es tarde para abrirlo y 'darle una oportunidad'... ahora mismo cojo otro, que en los primeros capítulo no me ha impresionado, pero confío en el criterio de la persona que me lo recomendó.
Aquí os dejo un fragmento del libro. Una de las preciosas leyendas que contiene este libro en su interior:
*Carlos le dice a Rocío.- Según una antigua creencia egipcia, todos tenemos un número limitado de caricias y de lágrimas:
- Akanaton era uno de los generales más fieles al faraón. Se habían criado juntos, como hermanos, y los dos lo compartían todo. Un día, ambos conocieron a Karití, la joven con los ojos más negros y más grandes de todo el valles del Nilo y por supuesto, ambos quedaron inmediatamente prendados de su belleza. Akanaton, en un alarde de generosidad, decidió no luchar por el amor de la muchacha. Pensó que ella sería más feliz siendo la esposa del faraón que la mujer de un militar que pasaba más tiempo en tierras lejanas, arriesgando su vida, que en su propio país.
Lo que él no sabía era que Karití jamás podría ser feliz con el faraón porque ella también se había enamorado de Akanaton en cuanto lo vio.
Así pues, Akanaton, viendo que Karití le favorecía a él, decidió rechazarla bruscamente. Ella, humillada, enamorada hasta la desesperación, en lugar de entregarse la faraón, se lanzó a las aguas del Nilo, donde pronto fue pasto de los cocodrilos. Al enterarse Akanaton de lo que había pasado, fue la temple de Isis y le suplicó a la diosas que devolviera a su amada a la vida. Quería una segunda oportunidad para decirle la verdad: él siempre la quiso y si la rechazó con desprecio fue sólo para que fuera feliz junto al faraón. Isis se apiadó de la lágrimas del guerrero y le dijo: llorarás cada día la muerte de Karití, hasta que una noche se terminen tus lágrimas. Entonces, ella volverá a ti. Y así fue. Durante trecientos días y trecientas noches, Akanaton lloró y lloró hasta vaciar su cuerpo de lágrimas y al fin, una noche, Karití se presentó en su alcoba. Akanaton la abrazó loco de alegría. Isis había cumplido su promesa y los amantes se había reencontrado. El mismo faraón, maravillado por la vuelta a la tierra de Karití dio su bendición a la unión y Akanaton tomó a la joven a la joven como esposa. Desde ese momento, fueron inseparables. Akanaton la colmaba de besos, de caricias, le cogía la mano, le lavaba el pelo por las mañanas junto al Nilo y la apretaba contra su pecho por las noches aprovechando cualquier oportunidad para sentir el suave roce de su piel.
A veces, Karití se ponía muy tensa con sus demostraciones de afecto, como si guaradara un secreto que no podía compartir con su esposo, pero pronto, el amor la llevaba a rendirse a sus caricias y besos, hasta que una noche, después de hacer el amor, Karití se mostró más extraña que de costumbre. Él preguntó si ya no le amaba y ella le dijo que más que nunca, pero había llegado el momento de su despedida. "¿De qué me hablas?", preguntó él. Karití respondió: "Isis me devolvió a la vida con una condición: "Tendrás a Akanaton y conocerás el amor, pero cada caricias suya te arrancará un soplo de vida, cada roce te llevará a la muerte... igual que las lágrimas, las caricias están limitadas por los dioses en esta tierra". Luego Karití calló. Akanaton trató de tocar a su mujer por última vez, pero la joven ya no estaba entre los vivos.
Akanaton había agotado todas sus lágrimas y abrazando al cuerpo muerto de su amada, ni siquiera pudo llorar.*
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Aunque triste, es muy bonita la leyenda.

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